Me
desperté bruscamente de la modorra escéptica que me había aletargado
últimamente, en la que me había sumido al comprobar que la armonía y la quietud
interior sólo aparecen en los libros y que la vida real está llena de sombras y
claroscuros.
Dejé
de esperar, abandoné la estación de vida y naufragué en el peor de los sueños:
aquél en el que se deja de esperar. Me desperté y cuando te vi entendí que la realidad superaba
al sueño, y que deseaba ser tu sueño mientras durmieras.
Que hermoso
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