Rescato hoy una de aquellas historias con las que mis alumnos me sorprendían continuamente:
"Esto que os voy a contar, que no es ni mucho menos una de esas historias que suele hacer la gente cuando se aburre, marcó el antes y el después de la vida del personaje de este misterioso relato y dice así:
Jaime (así se llamaba el protagonista de la historia) vivía en Madrid y era un chico normal, con una vida normal, unos amigos normales, e iba a un colegio normal.
Acababa de salir del colegio, se despidió de sus amigos y esperó a que llegara el autobús de vuelta a su casa. El autobús llegó diez minutos más tarde de lo normal y además olía a sudor y hacía mucho calor dentro.
Jaime se sentó en el medio, al lado de la ventanilla, donde siempre se solía sentar para ver aquel barrio tan pintoresco que el autobús recorría. Aunque el camino siempre era el mismo, Jaime nunca se aburría de ver aquellas calles llenas de pequeños puestos en las que se vendían muchos tipos de raros pero divertidos recuerdos. El autobús llegó al destino del chaval y Jaime se bajó ansioso de llegar a su casa y tumbarse un rato en su cama. Entonces a un hombre alto y esbelto con una gabardina larga se le calló un bono transporte de la cartera. Jaime lo cogió y corrió para dárselo a su propietario, pero en cuanto giró a la derecha, aquel misterioso hombre había desaparecido. Jaime miró la foto del bono transporte... no podía creerlo, leyó el nombre y los apellidos una, dos, tres y hasta cuatro veces, pero la foto no engañaba… era él mismo pero con veinte años más".
No hay comentarios:
Publicar un comentario