viernes, 2 de septiembre de 2011

Fugaz pero eterna

Pasada la medianoche mientras nos bañaba el halo embriagador del salitre mediterráneo, me susurró al oído: ¿has visto la estrella fugaz? Le contesté algo apesadumbrado con una negativa, ya que sus ojos hacían tiempo que me habían abducido de la contemplación cotidiana.
Hoy, apenas tres semanas después, vislumbro que el recuerdo de su presencia es la estrella fugaz que nunca me abandona.
Quizás se haya ido, puede ser, pero la fugacidad de nuestros paseos tendrán siempre ademán de eternidad.

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