Llevaba tiempo sin experimentarlo.
Madrid. Domingo. Tarde lluviosa otoñal.
Llegué como pude al coche, cerré la puerta y recobré el aliento. Quería saborear el instante eterno, recién vivido, que me había colapsado. Necesitaba rumiar esos segundos para poder balancearme en ellos cuando el horizonte vuelva a nublarse.
La esperanza que me inundó era indescriptible, fue una posesión pacífica que me embargó de una paz sobrecogedora.
Se marchó como siempre, sin hacer ruido, discreta y elegante, sus ojos transparentes reflejan la grandeza -casi angelical- que esconde en su interior.
Tengo que decirlo: me encanta. Gracias a ti, Matías. Un abrazo, Rafa.
ResponderEliminarMuchas gracias Rafa, tú sí que sabes escribir: tan lírico y tan filosófico. Un abrazo,
ResponderEliminarQue bien escrito, es maravilloso, breve, intenso. Maravilloso Maravilloso Matias!!! un abrazo.
ResponderEliminarchido
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