Parece que todo se acaba.
No ha sido un portazo, la puerta ha ido cerrándose paulatinamente, de forma discreta, con parsimonia, sin hacer ruido.
Ahora muchos se asustan porque temen no encontrar un manillar con el que poder abrir esa puerta, convirtiendo así sus llamadas en algo estéril.
Hoy, casi medio año después de que la puerta comenzara su cierre, el viento que inició todo quiere seguir siendo invisible pero su presencia agrava aún más la hemorragia sempiterna.
Su indiferencia me enmudece hasta reconocer que el mayor grito es mi silencio forzado.
Todo comenzó en silencio, todo transcurrió en silencio y todo acabará...
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