domingo, 9 de octubre de 2011

En el amanecer otoñal

El amor evoluciona, no sólo pasa o se apasiona incandescente en el deseo. Nos transforma en la paciencia de su convivencia, o en la seducción del perdón que nos besa. Somos lo que nos amamos. Y ya no estamos solos en la soledad, ni tristes en la tristeza. Vemos una sonrisa que nos quiere, con esa ternura que nos da por entero su vida. Y el amor va madurando en los detalles, en esa constante correspondencia y agradecimiento. No era cuestión de un rato o de unos buenos paisajes. Había mucho más. Ahora lo sabes. Y ya no pienso que la muerte nos separe. Guillermo Urbizu

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